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tras la lluvia

Admitámoslo. Hay ciudades a las que favorece la lluvia y otras que se afean. Por alguna razón, creo que nuestro rincón brilla un poco mejor tras la lavativa obligada del agua torrencial, que por estos lares mana como Pedro por su casa. Esta mañana no eran ni las diez y media y Huelva lucía desconsolada, pero desgarbadamente bella tras el velo gris de la tormenta. Las calles medio desiertas y húmedas; los maniquíes de los escaparates parecían contemplar los regatos de agua, aburridos, como si intuyeran que nadie vendría a visitarlos. Los carteles se fundían pegados a los muros y la chatarra se oxidaba amontonada en una esquina sin que nadie le prestara atención. Todo el mundo caminaba con premura, salvo algunos personajes extravagantes que vacilaban entre seguir avanzando o dejarse empapar. Qué tendrá la lluvia, que a algunos les invita a salir corriendo y a otros nos detiene en mitad de la nada.

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mucha mucha policía

Circulando por Huelva, o parados a la espera de no se sabe muy bien qué. Yo pensaba que venía Obama de visita, pero me han dicho por ahí que no. Que igual el que aparece es Sánchez Gordillo. Qué decepción.

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azul y negro

cielo oscurecidoAyer el cielo sobre nuestro rincón andaba contradiciéndose a si mismo; como el país, vamos. Luego nos enteramos de que era otro incendio, esta vez al otro lado de la frontera, pero la cuestión es que un manto grisáceo que se estiraba como en jirones empezó a cubrir la ciudad. Ni en el último estreno de Batman lo hubiéramos visto más siniestro. Ya estoy pensando que los Mayas tenían razón y esto de los incendios, junto con la prima de riesgo y la Merkel, son parta de las 7 plagas bíblicas por venir y acabar con el mundo. Mientras tanto, yo me voy a la playa, que hace un güevo de calor.

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qué putada, para los que lleven chandal

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la naturaleza está aquí

Yo no soy especialista en pájaros, pero no hay que ser muy listo para darse cuenta de que este de la imagen, pillado infraganti alzando el vuelo en medio de un solar de nuestro rincón, ni es una paloma ni, a lo sumo, una gaviota; que son las dos especies que un ciudadano iletrado esperaría encontrar en mitad de la calle. A este, o varios que se parecen a este, ya me lo he encontrado varias veces: en mi barrio, en mitad de la calle, picoteando desperdicios en alguna esquina. Siempre me ha llamado la atención que nadie más reparara en lo extraño de que comparta nuestro sucio patio urbano. O yo soy el único que no lo ha visto antes o es que ya no nos sorprende nada (de nada). Cuando lo veo pienso en una de esas pelis apocalípticas en las que las avestruces y los leones invaden nueva York después de un cataclismo. Cojones, que miedo. ¿O no?

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guapa, guapa, guapa

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apunte para una lírica de hospitales: naturaleza muerta

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una imagen bien oscura de Jorge y Daniel Drexler

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¡Camarero! ¡Una de mero!

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¿amor o síndrome de estocolmo?

candados

Otra de las últimas importaciones es esa costumbre de simbolizar una unión sentimental con un bonito candado, de esos que despachan en las ferreterías. Puede que haya quien lo considere el colmo del romanticismo. A mí me parece más bien revelador; un signo de dónde acaban muchas relaciones: amarradas, cerradas… oxidadas y a la intempérie. Pero oye, sarna con gusto…

Estos los atrapé un atardecer en el muelle de la compañía Rio Tinto. Uno de esos lugares que, también en Huelva, merece la pena visitar de tanto en tanto. Y si es posible, pasearlo, en vez de ferretearlo con tristes accesorios metálicos.

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